Carlos Álvarez: poesía y resistencia

Carlos Alvarez

Desde sus primeros libros hasta los últimos, desde sus orígenes hasta hoy mismo, Carlos Álvarez despliega en su escritura un acusado sentido del compromiso social y político, pero de la misma manera se obstina en una firme voluntad artística que gira en torno al trabajo sobre el lenguaje poético en todos sus aspectos configuradores: métrica, rimas, aparato retórico, ritmos, esquemas estróficos, efectos acústicos. Su obra poética —forjada desde la más exigente coherencia, aunque flexible en su desenvolvimiento evolutivo—, permanece blindada ante las consabidas invectivas con las que han sido equívocamente estigmatizados los poetas sociales: empobrecimiento de una literatura supeditada a los idearios políticos, simplificación, caducidad, utilitarismo, obrerismo, desaliño formal, proselitismo panfletario y demás fórmulas reprobatorias que si bien pueden ser aplicadas, con mayor o menor calibre, a un chapucera caterva de epígonos e imitadores motivados por un factor oportunista, carecen de eficacia cuando se vierten contra poetas de indiscutible competencia lingüística y sobrada cualificación en la laboriosa disciplina del género. El maestro C. M. Bowra terciaba en esta querella con pocas y claras palabras: «Si mucha de la poesía política no vale ni el papel en el que está escrita, esto también puede afirmarse de la poesía sobre cualquier tema en cualquier periodo» (Poetry and politics (1900-1960), Cambridge University Press, 1966). Pero ahora nos ocupamos de poetas cuya efectiva y verificable perduración está fuera de toda duda. Juan José Lanz («Blas de Otero: nuevas lecturas críticas», Ínsula, nº 676-677, abril-mayo de 2003) es el promotor, junto a otros investigadores como Claude Le Bigot, Fernando Yubero o Emilio Miró, de una nueva visión analítica de la poesía social desde una clave de puesta al día de los modelos metodológicos. Respecto a la producción del autor de Ancia, Lanz resalta «la actualidad que la poética oteriana tiene al comienzo del nuevo siglo —XXI— y la atención que despierta en nuevas generaciones de escritores y de lectores». Y puntualiza: «Quizá uno de los problemas que han tenido hasta el momento los estudios oterianos haya sido la dificultad para dar un giro renovador a las lecturas que de la obra del poeta se han venido haciendo desde los años cincuenta». Como exponentes de dichos planteamientos, Lanz destaca los trabajos de José Paulino Ayuso —«Ángel fieramente humano: Entre raíz mortal, fronda de anhelo»— y Evelyne Martínez Fernández —«Ancia: el hombre acantilado, desacantilado»—, ambos publicados en el referido número de Ínsula, monográficamente dedicado al poeta bilbaíno, y en el que, por gentileza del profesor Esteban Torre, puede leerse, precisamente, un soneto —titulado «Al Sóó eh!»— compuesto al alimón por Blas de Otero y Carlos Álvarez durante la campaña de las primeras elecciones democráticas de 1977:

 

Tanto tiempo que fuiste clandestino,
y así lo sigues siendo p’al obrero;
has salido a destiempo, compañero:
ya estábamos nosotros en camino.
Llamando pan al pan, y al vino, vino,
llegaste por un falso derrotero;
derroteros es derrotas, si el sendero
es un puño cerrado, pero fino.
Pero sigamos juntos desde ahora;
la democracia se conquista unidos,
y el pueblo está esperándonos. Vencidos
serán Fraga, Suárez y señora.
Sembraremos la espiga del futuro;
el triunfo será nuestro, es bien seguro.

 

El soneto, según comenta Esteban Torre, fue perpetrado por ambos poetas en el tren de vuelta a Madrid después de un mitin electoral del PCE celebrado en la plaza de toros de Córdoba.

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