Carlos Álvarez: poesía y resistencia

Carlos Alvarez

 

«Traducir el mensaje de las cosas» es una composición del libro Tiempo de siega y otras yerbas (1964) sobre el destino de las palabras. Traducir, como reza el primer verso, el mensaje de las cosas y también «traducir el mensaje del silencio» —verso quinto—. La palabra es una herramienta inmersa en el devenir histórico, instrumento inextinguible en su polivalencia. Creación y condena, como vida y muerte. ¿Utilidad de la palabra; utilidad de la poesía? León Felipe lo dice con su seca luminosidad:

 

La poesía es el derecho del hombre
a empujar una puerta,
a encender una antorcha,
a derribar un muro,
a despertar al capataz con un treno o con una blasfemia.

 

Con independencia del signo bajo el que se escriba, el poeta afronta una ineludible responsabilidad ante la sociedad. A veces incluso penal; de ahí estos dos títulos complementarios de Carlos Álvarez: Estos que ahora son poemas (1969), Serán mañana piezas del sumario (1972). «El poeta no es, como generalmente se cree, —argüía Luis Cernuda en Estudios sobre poesía española contemporánea, 1957— criatura inefable que vive en las nubes —el nefelibata de que hablaba Darío—, sino todo lo contrario; el hombre que acaso esté en contacto más íntimo con la realidad circundante. La realidad cambia, la sociedad se transforma, ya sea de modo gradual, ya de modo brusco y revolucionario, y el poeta, consciente de dichas transformaciones, debe hallar expresión adecuada para comunicar en sus versos su visión diferente del mundo». La realidad es inesquivable; la neutralidad, quimérica. El indolente nefelibata o estático contemplador de nubes también toma partido, exactamente igual que todos los creadores, aunque ellos no lo sepan o no puedan o no quieran saberlo. Almudena Grandes evocaba, en una mesa redonda, ese ya consagrado razonamiento apodíctico sobre el compromiso del escritor o del artista: «Más que hablar de escritores comprometidos y escritores no comprometidos, habría que hablar de escritores conscientes de ese compromiso y de escritores no conscientes, que no quieren asumir o que no perciben ese compromiso». La palabra arrastrada por la historia se alza en el antedicho poema de Carlos Álvarez:

 

Son palabras que ya han sufrido mucho;
que han estado en la cárcel, o en el pecho
han sentido el fusil como un presagio
cargado de silencio.

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