
Aullido de licántropo es la traducción ficticia de un manuscrito en lengua inglesa debido a dos autores también ficticios: un hermeneuta y un poeta. El primero narra turbulentos percances de la travesía vital de Lawrence (Larry) Talbot, quien, bajos los consabidos efluvios de la luna llena, se transforma en hombre-lobo; en cuanto al segundo, se trata del propio Larry Talbot, tras el que a su vez —y dependiendo de las circunstancias—, podemos presumir que se encubre —parcialmente— la personalidad de Carlos Álvarez, como testificaba Eduardo Haro Ibars en una recensión para el ya hace muchos años fenecido diario Informaciones, un corte de la cual se transcribe en la contraportada de la edición de Ocnos. Para Haro Ibars, que finalmente eligió también el reino de las sombras, Carlos Álvarez «se identifica con su licántropo ideal, y da de él un retrato que podría valer para sí mismo: hombre de ideas políticas avanzadas, poeta y perseguido». En la «Advertencia del traductor al castellano», con la que se abre Aullido, el autor previene: «No me hago responsable de la inconexión anárquica, rayana muchas veces en el caos, que con frecuencia presenta el libro. Estos defectos estaban en el manuscrito y, fiel a un criterio con el que siempre he procurado ser consecuente, nada hice por corregirlos. […] Que el conjunto literario adolezca de tantas anomalías me hace ver que no sólo Mr. Talbot: también su comentarista necesitaba los urgentes servicios de un psiquiatra». Espejismos, imposturas, superposición de planos, delirios espaciales: una arquitectura de laberintos imposibles como los alucinantes inmuebles de M. C. Escher. La obra, dividida en infolios, se aglutina en torno al juicio seguido contra Larry Talbot por sus pavorosos delitos de sangre: «un proceso criminal nada común que mantuvo en vilo durante un largo periodo a la opinión mundial; que provocó polémicas en las que la ecuanimidad no fue, precisamente, la más frecuente de las actitudes».