Carlos Álvarez: poesía y resistencia

Carlos Alvarez

 

George Grosz: El hombre enfermo de amor, 1916
George Grosz: El hombre enfermo de amor, 1916

Aullido de licántropo es la traducción ficticia de un manuscrito en lengua inglesa debido a dos autores también ficticios: un hermeneuta y un poeta. El primero narra turbulentos percances de la travesía vital de Lawrence (Larry) Talbot, quien, bajos los consabidos efluvios de la luna llena, se transforma en hombre-lobo; en cuanto al segundo, se trata del propio Larry Talbot, tras el que a su vez —y dependiendo de las circunstancias—, podemos presumir que se encubre —parcialmente— la personalidad de Carlos Álvarez, como testificaba Eduardo Haro Ibars en una recensión para el ya hace muchos años fenecido diario Informaciones, un corte de la cual se transcribe en la contraportada de la edición de Ocnos. Para Haro Ibars, que finalmente eligió también el reino de las sombras, Carlos Álvarez «se identifica con su licántropo ideal, y da de él un retrato que podría valer para sí mismo: hombre de ideas políticas avanzadas, poeta y perseguido». En la «Advertencia del traductor al castellano», con la que se abre Aullido, el autor previene: «No me hago responsable de la inconexión anárquica, rayana muchas veces en el caos, que con frecuencia presenta el libro. Estos defectos estaban en el manuscrito y, fiel a un criterio con el que siempre he procurado ser consecuente, nada hice por corregirlos. […] Que el conjunto literario adolezca de tantas anomalías me hace ver que no sólo Mr. Talbot: también su comentarista necesitaba los urgentes servicios de un psiquiatra». Espejismos, imposturas, superposición de planos, delirios espaciales: una arquitectura de laberintos imposibles como los alucinantes inmuebles de M. C. Escher. La obra, dividida en infolios, se aglutina en torno al juicio seguido contra Larry Talbot por sus pavorosos delitos de sangre: «un proceso criminal nada común que mantuvo en vilo durante un largo periodo a la opinión mundial; que provocó polémicas en las que la ecuanimidad no fue, precisamente, la más frecuente de las actitudes».

1150294069_extras_ladillos_1_g_0 El cronista y exégeta de los hechos funda su discurso en el abundante material escrito dejado por el licántropo: «Por mi propio conocimiento de Talbot, y por mi amistad con un preso que compartió con él —no siempre, claro— celda y alimentos, y desenterró más tarde, gracias a los delirios de su compañero, los papeles inéditos cuyo paradero se negó durante el proceso a revelar, pude hacerme con muchos de sus poemas, e incluso con borradores de tentativas no culminadas». Dos variedades textuales, por tanto: las composiciones poéticas de Larry Talbot y las digresiones, disquisiciones y divagaciones en prosa del compilador y escoliasta de los manuscritos: «A través de sus poemas, y al mismo tiempo que, en rigurosa exclusiva como se dice en los medios editoriales, los daba a conocer, podía también intentar una aproximación a su biografía interna; descubrir, y descubrirles a ustedes, de paso, qué era lo que pensaba Talbot de sí mismo».

 

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