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Crónica de la desmemoria: un escritor llamado José Luis Acquaroni

Crónica de la desmemoria: un escritor llamado José Luis Acquaroni

Novelando a los seres marcados por la Historia

A todo escritor de cuentos, por excelente que haya demostrado ser, se le exige una o varias novelas que corroboren sus dotes narrativas. Por ello, Acquaroni quedó tan satisfecho al ver la luz El turbión en 1967. Desde tiempo atrás le venía rondando el pensamiento la elaboración extensa de una historia, cualquiera que fuese. De este deseo surgió El cuclillo de la madrugada, una novela corta publicada por Ediciones Cid en la colección «La Novela del Sábado» en 1954. En sus sesenta páginas el autor recrea la relación entre Lorenzo, un chico soltero de 35 años y de pueblo, que ahora vive en una pensión de Madrid, e Isabel, una chica a la que los dueños de esta pensión confunden con una prostituta. Ahora bien, este conato novelístico quedaba lejos en el tiempo y en las intenciones renovadas de José Luis Acquaroni, de forma que a mitad de los sesenta dedica su tiempo a la paciente escritura de El turbión. El embrión de la novela, inspirada en la Caracas que vivió la derrota del dictador Pérez Jiménez a manos del almirante Larrazábal, se encuentra en las experiencias venezolanas del autor maduradas a su regreso a España en 1960. En ella narra la huida atosigada de Efrén, un joven español emigrante en un país hispanoamericano que se ve atrapado en una revuelta popular contra el gobierno. A pesar de sus intentos por escapar a esa marabunta recurriendo a la embajada y a conocidos, se siente desamparado y desvalido, por lo que termina huyendo a un pueblo costero y refugiándose en su mar. Ciertamente, Acquaroni supo construir una buena novela a partir de esta historia del hombre solitario frente a la masa ciega. Así lo supieron reconocer los jurados de distintos certámenes. En 1966 obtuvo el tercer puesto en la convocatoria de «Alfaguara» de novela por Zarabubda para Efrén y ya terminando ese año, el 29 de diciembre, consiguió el «Ateneo de Valladolid» de novela corta por El mal naipe. A buen seguro, ambos títulos remiten al definitivo El turbión, que también desbancó al barajado por el autor y posible título de La Caribera, pues así rezaba el texto que se hizo el 9 de marzo de 1967 con el «Premio Blasco Ibáñez» de novela y que poco después dio a la imprenta la editorial Prometeo de Valencia.

Por consiguiente, puede decirse que concluyendo la década del sesenta Acquaroni ha satisfecho una doble deuda personal: escribir una novela y dar a conocer su cosmovisión venezolana. Sin embargo, aún quedaba en la mente del escritor el mayor compromiso adquirido consigo mismo: ofrecer el testimonio novelístico de las experiencias vividas durante la guerra civil española de 1936. A tal compromiso dedicó los últimos quince años de su vida. Hacia 1970 comienza a ver claro un proyecto. Decide escribir una trilogía sobre los efectos que toda guerra causa en el interior de los seres humanos. El tiempo que le resta de sus labores periodísticas lo dedica de pleno a trabajar en la primera de ellas. Tomando como punto de arranque una lista de fusilados en la guerra en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), hecha pública por Eduardo Domínguez Lobato en Cien capítulos de retaguardia [1] Madrid, Gregorio del Toro Editor, 1973., Acquaroni recuerda en la ficción lo que fue la contienda en este pueblo que él disfraza bajo el rótulo de Santa María de los Humeros [2] Viejo Fernández, José Antonio: «La Guerra Civil en SanIúcar de Barrameda» en Jurado Morales (ed.), op. cit., págs. 141-152.. Elige como protagonista a Abel Adón, un hombre con un sentido fatalista y tanático de la vida, que regresa de Madrid a Santa María de los Humeros una vez transcurridos treinta años de la guerra, pues cree que morirá a los cincuenta y tres como ocurriera con su abuelo y su padre, y desea hacerlo en su pueblo natal. Sobre este fascinante eje argumental Acquaroni enhebra a lo largo de siete capítulos, que son los presentidos últimos siete días de la vida de Abel, las reflexiones del presente y los recuerdos del pasado (la educación religiosa, las primeras masturbaciones, las experiencias bélicas… ). Al final de sus días, en esa vuelta a los orígenes en busca de un tiempo apartado pero no superado, Abel Adón comprende que toda su existencia ha estado marcada por el hecho de la guerra. Con la machadiana Copa de sombra, que habría de sustituir al original título de Escombros, Acquaroni recuperaba la memoria colectiva, denunciaba la aplastante ilógica de todo conflicto bélico y subrayaba los traumas síquicos que éste siempre deja en vencidos y vencedores. Tal vez esta visión conciliadora de la guerra española de 1936, yuxtapuesta a la innegable calidad de la obra, fue una razón de peso para que el autor consiguiera el «III Premio José María Pemán» de novela en 1977 y el «Premio Nacional de Literatura 1977», el primero de los Nacionales en la democracia.

Tras Copa de sombra, publicada primero por Cupsa en 1977 y después por Caralt en 1983, Acquaroni se dispone a trabajar en la segunda novela de la trilogía proyectada que dedicará a Miguel Delibes [3] Así reza la dedicatoria: «A Miguel Delibes, amigo; compañero en una hora lóbrega en que no era fácil distinguir los canes de los lobos, porque todos fuimos más lobos que canes».. Aunque el autor prefiere A la hora del lubricán, sin embargo el título final es el de A la hora del crepúsculo, simbólico juego de palabras para referirse a momentos de la guerra. En esta ocasión es una mujer, Albamaría, quien veinte años después de la guerra recuerda cómo dos arrumbadores intentaron prender fuego a la bodega de su padre para después violar a su hermana y a ella misma. Esta circunstancia, más o menos anecdótica, pero con un componente histórico real, sirve al escritor para rememorar de nuevo acontecimientos históricos sucedidos en Santa María de los Humeros, para subrayar la quimera que supone el intento de recuperar el pasado y para recalcar la imposibilidad de olvidar huellas tan acentuadas como las producidas por una guerra. Por fin y en plena plenitud creadora, una editorial de peso en el panorama nacional se hacía cargo de una obra suya: Plaza & Janés editaba A la hora del crepúsculo en mayo de 1983. Sin embargo, para ese entonces José Luis Acquaroni Bonmatí, aquel marino frustrado y ganado para las letras, llevaba muerto unos meses. No pudo terminar su tercera novela de la guerra. El quince de febrero de 1983 dejaba este mundo, quizá para refugiarse de una vez por todas en Santa María de los Humeros.

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Notas   [ + ]

1. Madrid, Gregorio del Toro Editor, 1973.
2. Viejo Fernández, José Antonio: «La Guerra Civil en SanIúcar de Barrameda» en Jurado Morales (ed.), op. cit., págs. 141-152.
3. Así reza la dedicatoria: «A Miguel Delibes, amigo; compañero en una hora lóbrega en que no era fácil distinguir los canes de los lobos, porque todos fuimos más lobos que canes».

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