Tierra para cimentar una biografía
Hijo de madre portorrealeña y padre sanluqueño, José Luis Acquaroni Bonmatí nace en setiembre de 1919 en Madrid. Los avatares hicieron que su padre, médico de la Armada, estuviera destinado por un breve plazo de tiempo en el Ministerio de la Marina. En la capital nace, pues, al igual que sus dos hermanos mayores, Maruja y Concepción, pero pronto, a los dos años de edad, se trasladan todos a Sanlúcar, donde nacerán el resto de los hermanos, hasta un total de nueve. Aquí ha de criarse José Luis y aquí ha de atarse por raíces y sentimientos el resto de su vida [ref] Acquaroni siempre defendió el carácter coyuntural de su nacimiento en Madrid, por lo que se consideraba andaluz a todos los efectos. Así lo reconocía al contestar a una pregunta de Luis Alberto Balbontín en 1977: Sí, verás, porque por sangre –mi madre de Puerto Real y mi padre de Sanlúcar– y por el sentimiento, así como me parece por la forma de escribir, me siento, andaluz, gaditano, sanluqueño, pero puesto que «me nacieron en Madrid» –durante un breve destino de mi padre en el Ministerio de Marina ya que era médico de la Annada– soy madrileño y gaditano de corazón. Me da la impresión que soy un apátrida de Despeñaperros. Algo así como un escritor enriscado y despeñado hacia dos vertientes. (Balbontín, Luis Alberto: «Entrevista a José Luis Acquaroni: ‘Copa de sombra pretende ser la novela de la reconciliación’» en Diario de Cádiz, 20 de marzo de 1977, p. 3)[/ref]. Comienza una primera educación escolar en Los Escolapios, seguida del bachillerato y continuada con estudios en el colegio de Huérfanos de la Marina y en la facultad de Filosofía y Letras. Estos estudios dejan entrever las vocaciones originarias del escritor. Su primera intención es la de seguir los pasos marinos de su padre, muerto en 1932, como ratifica su voluntario alistamiento del lado del bando nacional en el crucero «Canarias» durante la guerra civil. No obstante, una enfermedad nacida de los trastornos mentales y de conciencia procurados por la guerra le apacigua el espíritu bélico y le brinda las horas necesarias de tranquilidad para la lectura. Es la plataforma para continuar su otra vocación, la literaria, también heredada de su padre y que, convertida en profesión, ya nunca habría de abandonar.
Comienza a leer y a escribir, a ir forjando un estilo propio. La primera salida que encuentra para esos escritos se halla en la prensa del momento. Durante la década del cuarenta y desde Sanlúcar, envía sus impresiones preferentemente al diario Ayer, de Jerez, donde trabaja como corresponsal entre 1942 y 1950, Y a La Voz del Sur, de Cádiz, del que llega a ser director en 1951. En los cincuenta junto al quehacer periodístico se dedica de pleno al cuento literario. Con una exquisita concepción del género, Acquaroni va dando a conocer en las publicaciones periódicas más notorias del país unos cuentos que obtienen el elogio de criticas y escritores y que le valen los galardones de algunas de las más prestigiosas convocatorias de los cincuenta y sesenta. Gracias a estos cuentos procede su incorporación a una de las tentativas culturales de la provincia más aplaudidas en la actualidad. Me refiero a su ingreso en la esfera de los escritores que a principios de los cincuenta promueven el nacimiento del grupo Platero y de la revista del mismo nombre, entre otros: Fernando Quiñones, Felipe Sordo Lamadrid, Francisco Pleguezuelo y Serafín Pro Hesles, como grupo fundacional y promotores de la etapa de El Parnaso, y José Manuel Caballero Bonald, Julio Mariscal Montes, Carlos Edmundo de Ory, José Luis Tejada, Pilar Paz Pasamar, Antonio y Carlos Murciano, Pedro Ardoy, Ramón Salís o Aquilino Duque, algunos ya presentes en El Parnaso y otros incorporados en los números de Platero. A ellos llega el joven Acquaroni con un cuento titulado Soy de la Luci y de… , que se alzaría con el premio para cuentos convocado por dicha revista. Es el ingreso simbólico del escritor en las letras gaditanas del medio siglo [ref] Hemández Guerrero, José Antonio: Platero (1948-1954). Historia, antología e índices de una revista literaria gaditana, Cádiz, Fundación Municipal de Cultura & Cátedra «Adolfo de Castro», 1984; y Ramos Ortega, Manuel José: La poesía del 50: Platero, una revista gaditana del medio siglo (1951-1954), Cádiz, Servicio de Publicadones de la Universidad, 1994; «Los inicios literarios: José Luis Acquaroni y el grupo Platero de Cádiz» en Jurado Morales, José (ed.): En busca de la literatura de José Luis Acquaroni (1919-1983). Más allá de la muerte en el olvido, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2000, págs. 55-60; y «Prólogo» a Platero, edición facsímil, Sevilla, Fundación El Monte, 2000.[/ref]. Desde entonces, su nombre estaría ligado a Platero y al cuento literario:
Pienso que el único premio que pudo influir y condicionar mi quehacer de escritor fue aquél para cuentos que convocó, creo que por el año mil novecientos cincuenta y dos [sic], la revista Platero, de Cádiz, premio que instituyó y dotó con mil pesetas Camilo José Cela. Por cierto que de aquellas mil pesetas sólo cobré setecientas. Ignoro si las trescientas de la merma se las llevó el impuesto sobre el rendimiento del trabajo personal, en una época en que bien poco rendíamos si no era para los dueños de los cafés de la bohemia, o si fue sólo un gesto de Camilo, tan amigo siempre de redondear faroles. Lo cierto es que aquel premio condicionó mi dedicación, durante muchos años, al género cuento [ref] López [Gorge], Jacinto: ·Entrevista a José Luis Acquaroni. en La Estafeta Literaria, nº 634, 15 de abril de 1978, p. 20.[/ref].
En lo personal, el segundo lustro de los cincuenta le traería dos novedades considerables. En julio de 1955 se casa en Madrid con Cristina Aguilera González. Sólo un año después, en el verano de 1956, el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid le encarga que diserte sobre aspectos de la literatura española, especialmente sobre la última poesía y sobre el Quijote, en países como Puerto Rico, Venezuela, Colombia y Santo Domingo. La estancia resulta grata para Acquaroni y su esposa, y aquél aprovecha la invitación ofrecida por Pedro Garces para colaborar en la organización del I Festival del libro de América celebrado en Venezuela en 1956. Terminado el festival, comienza a dirigir la Imprenta Universitaria, adscrita a la Escuela de Periodismo de la Universidad Central de Venezuela, y el Departamento de Adquisiciones de la Biblioteca de esta universidad. De modo que la primitiva estancia transitoria se convierte en un periodo de cuatro años, 1956-1960, en los que los modos de vivir y pensar hispanoamericanos habrían de dejarle vestigios indelebles. De Venezuela vuelve, pues, con gratas experiencias, con fundamentos para ficciones futuras, con La corrida de toros, aparecida en 1957, y con dos hijos, José Luis y Rosa Cristina, a los que, ya rozando los setenta, habría que unirse otro más, Natalia.
A su vuelta a España encuentra la estabilidad laboral que le había faltado antes y que, en buena medida, había influido en su permanencia en tierras americanas. Entra a formar parte de la redacción de Selecciones del Reader’s Digest, donde trabajarla hasta 1982, y comienza a colaborar con regularidad en ABC. Con un sueldo asegurado, Acquaroni ya puede planear proyectos literarios más ambiciosos. En 1965, año que consigue una Pensión de literatura de la Fundación Juan March, publica Nuevas de este lugar, una colección de cuentos que dan buena cuenta de lo que hasta la fecha había sido su principal campo de interés. Muy poco después, en 1967, llega a las librerías El turbión, una obra que conquistaría notables premios y con la que Acquaroni quedaba en paz consigo mismo: por fin daba a conocer una novela y lo hacía recreando experiencias vividas en los años de su estancia venezolana. La década concluye con otra gran noticia para el autor. Su persistencia en las lindes del cuento y su defensa del género han de verse recompensadas con uno de los premios más célebres y mejor remunerados. El armario obtiene el 19 de enero de 1968 la «Hucha de Oro» del II Concurso de Cuentos «Caja de Ahorros», convocado por la Confederación Española de Cajas de Ahorros.
En los últimos años de su vida, particularmente a partir de Copa de sombra, Acquaroni se siente enfermo. Aunque no deja de escribir, poco a poco restringe su trabajo. Todavía en 1980 publica Andalucía, más que nacionalidad, su visión sobre la tierra amada en plena exaltación de las autonomías. De nuevo y a pesar del cansancio y la fatiga producidas por los años y la enfermedad, el autor se muestra dispuesto a enfrentarse a las realidades que le preocupan. Sin embargo, poco a poco remite en su actividad, dejando la redacción de Selecciones en 1982, para, como tantos otros, esperar en silencio y en penumbra una muerte que habría de llegarle el 15 de febrero de 1983.