Crónica de la desmemoria: un escritor llamado José Luis Acquaroni

Dos ensayos en busca de la esencia andaluza

acquaroni_libro2_tda La constancia de Acquaroni en la prensa del medio siglo y la resonancia de los premios para cuentos obtenidos fueron en cierta forma las circunstancias responsables del origen de sus ensayos. Tales hechos llevaron a los dirigentes de la editorial Noguer de Barcelona a encargarle un trabajo para su colección «Andar y ver. Aspectos de España». Si a José Manuel Caballero le requieren El baile andaluz y a Néstor Lujan, El cante hondo y flamenco, para Acquaroni reservan La corrida de toros. El autor, poco más que un aficionado a la tauromaquia, solventa con dignidad el encargo, construyendo un metódico ensayo sobre el mundo de los toros que aparecería en 1957 mientras se hallaba en Venezuela. Las traducciones de la obra al inglés, francés y alemán dan cuenta de su repercusión y a la vez reflejan el carácter divulgativo que tenía el encargo [ref] Bulls and bullfighting, Barcelona, Noguer, 1957, traducción inglesa de Charles David Ley; Les taureaux et la corrida, Barcelona, Noguer, 1957, traducción francesa de Felicién Braudry; Der stierkampf, Barcelona, Noguer, 1957, traducción alemana de Juliane Wutting.[/ref]. Se trataba de construir un estudio genérico para aficionados y neófitos sobre la fiesta nacional. Tras sus investigaciones, Acquaroni da a conocer un libro bien organizado y documentado, estructurado en siete capítulos: I. El toro, II. El torero, III. La plaza, IV. La corrida, V. El toreo a caballo, VI. Breve resumen histórico, y VII. El toreo como arte. Se expande en el dedicado a la corrida, donde distingue las distintas partes de la misma: preliminares, tercio de varas, el quite, suerte de banderillas, el último tercio, la llamada un día suerte suprema. El carácter pedagógico e instructivo de la obra lo confirma las sesenta páginas finales repletas de fotos de toros, plazas y toreros ilustres, en un deseo de plasmar los diferentes momentos de la lidia y los más destacados pases. Asimismo, cierra el libro un «Suplemento de información práctica sobre la corrida de toros», donde recoge un calendario con los festejos del año, de marzo a octubre en España y en Francia, y un vocabulario taurino. La disposición estructural, los epígrafes elegidos, las ilustraciones y dibujos esporádicos a lo largo de su texto, las fotos y el vocabulario finales corroboran la cualidad de manual que tiene La corrida de toros y la profesionalidad con que Acquaroni se enfrenta al propósito. Sirva como paradigma del Acquaroni que subyace a las páginas de esta obra su reflexión final:

En consecuencia, puede decirse que el toreo es el arte de reducir y someter a una fiera, según unas normas clásicas inmutables en su esencia, importando realizar este arte bellamente, con arreglo a unos procedimientos formales más o menos variables y sometidos a gustos y modas, acompañando todo ello de una noble emoción estética y trágica. Torear no puede ser, simplemente, aprovechar la movilidad que el instinto de acometividad proporciona al toro y hacer éste pasar por debajo de la muleta o entre los vuelos de un capote. Torear es dominar ese instinto de acometividad, reduciendo la fiera a la voluntad del hombre y aprovechando su movilidad, ya gobernada, para el placer y la emoción de este dominio y de toda la belleza plástica y humana que de él pueda derivarse [ref]La corrida de toros, cit., p. 60.[/ref].

Tras este éxito, Noguer le encarga un nuevo proyecto, tan atractivo como magnánimo: su visión sobre la tierra andaluza. De aquí surge Andalucía, publicado en 1963 y también traducido al inglés y al francés [ref] En inglés: Londres, Adré Deutsch, 1963; en francés: París, Albín Michel, 1963. [/ref]. Con el tiempo, este estudio daría lugar al titulado Andalucía, más que nacionalidad, publicado por Noguer en 1980 en su colección «El Documento Vivo» al calor de las nacientes autonomías. En él demuestra tanto conocimiento y tanto afecto por las raíces como en La corrida de toros, pero ahora su voz es más personal y su pensamiento se hace más subjetivo. La perfecta disposición estructural de aquél se esconde para ir elaborando una obra más abierta en sus consideraciones, un tanto menos limitada a la función de manual esclarecedor de cuestiones generales. Aunque presenta una estructura distribuida en cinco capítulos (Identidad, Naturaleza, Historia, Carácter y Sociopolítica) y aunque en muchas ocasiones recurre a tópicos manidos, su visión del concepto de lo andaluz deslumbra por la originalidad y la modernidad con que se enfrenta a él. Lejos de todo nacionalismo ofuscado, Acquaroni entiende que la indolencia que el andaluz muestra a la hora de perfilar su identidad frente a los demás es precisamente e! mejor modo de subrayar una identidad. De ahí, por ejemplo, que la imagen y los símbolos nacionales se identifiquen con lo peculiar andaluz (los toros, el flamenco o el carácter personal abierto). De igual modo, defiende que la esencia andaluza nace del cruce de pueblos y culturas varias y que, por tanto, la delimitación de fronteras nacionalistas es algo ajeno al andaluz. En fin, se trata de una precisa indagación en la idiosincrasia andaluza realizada desde el amor y el conocimiento, donde se encuentran unas reflexiones muy agudas que, hoy día, resultarían muy oportunas en las sociedades occidentales, como la que cierra el libro:

A la vista de todo lo expuesto, nadie puede dudar de que la identidad de Andalucía busca siempre esa infinitud integradora de que hablábamos al principio, y que de nada va a servir querer someter a los andaluces a los confinamientos de Estado, a las limitaciones de las nacionalidades. No se pueden poner fronteras al espíritu, al temperamento, a las emanaciones de la Historia, a las caprichosas incursiones de los duendes.

Recordemos cómo el mito coloca sobre la propia geografía andaluza una de las columnas de lo finito, el Non plus ultra de la navegante aventura humana. y ya hemos visto lo que duró en pie la amojonante señal de la gran tenebrosidad.

&

Cosa bien distinta es que los andaluces aspiren a autoadministrarse, a regirse sin el menosprecio, las injerencias y las mezquindades de los condes del centralismo. Este malestar y aspiración no son nuevos. Hace cuatro siglos, uno de los más ilustres andaluces, don Luis de Góngora, encontrándose en Valladolid, donde a la sazón residía la Corte y la capitalidad de España, escribió un hermosísimo soneto de rebeldía y denuncia de las injustas imposiciones centralistas:

Todos sois Condes, no sin nuestro daño;

Dígalo el andaluz, que en un infierno

Debajo de una tabla escrita posa. [ref] Andalucía, más que nacionalidad, cit., págs. 145-146.[/ref]

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