Dos ensayos en busca de la esencia andaluza
En consecuencia, puede decirse que el toreo es el arte de reducir y someter a una fiera, según unas normas clásicas inmutables en su esencia, importando realizar este arte bellamente, con arreglo a unos procedimientos formales más o menos variables y sometidos a gustos y modas, acompañando todo ello de una noble emoción estética y trágica. Torear no puede ser, simplemente, aprovechar la movilidad que el instinto de acometividad proporciona al toro y hacer éste pasar por debajo de la muleta o entre los vuelos de un capote. Torear es dominar ese instinto de acometividad, reduciendo la fiera a la voluntad del hombre y aprovechando su movilidad, ya gobernada, para el placer y la emoción de este dominio y de toda la belleza plástica y humana que de él pueda derivarse [ref]La corrida de toros, cit., p. 60.[/ref].
Tras este éxito, Noguer le encarga un nuevo proyecto, tan atractivo como magnánimo: su visión sobre la tierra andaluza. De aquí surge Andalucía, publicado en 1963 y también traducido al inglés y al francés [ref] En inglés: Londres, Adré Deutsch, 1963; en francés: París, Albín Michel, 1963. [/ref]. Con el tiempo, este estudio daría lugar al titulado Andalucía, más que nacionalidad, publicado por Noguer en 1980 en su colección «El Documento Vivo» al calor de las nacientes autonomías. En él demuestra tanto conocimiento y tanto afecto por las raíces como en La corrida de toros, pero ahora su voz es más personal y su pensamiento se hace más subjetivo. La perfecta disposición estructural de aquél se esconde para ir elaborando una obra más abierta en sus consideraciones, un tanto menos limitada a la función de manual esclarecedor de cuestiones generales. Aunque presenta una estructura distribuida en cinco capítulos (Identidad, Naturaleza, Historia, Carácter y Sociopolítica) y aunque en muchas ocasiones recurre a tópicos manidos, su visión del concepto de lo andaluz deslumbra por la originalidad y la modernidad con que se enfrenta a él. Lejos de todo nacionalismo ofuscado, Acquaroni entiende que la indolencia que el andaluz muestra a la hora de perfilar su identidad frente a los demás es precisamente e! mejor modo de subrayar una identidad. De ahí, por ejemplo, que la imagen y los símbolos nacionales se identifiquen con lo peculiar andaluz (los toros, el flamenco o el carácter personal abierto). De igual modo, defiende que la esencia andaluza nace del cruce de pueblos y culturas varias y que, por tanto, la delimitación de fronteras nacionalistas es algo ajeno al andaluz. En fin, se trata de una precisa indagación en la idiosincrasia andaluza realizada desde el amor y el conocimiento, donde se encuentran unas reflexiones muy agudas que, hoy día, resultarían muy oportunas en las sociedades occidentales, como la que cierra el libro:
A la vista de todo lo expuesto, nadie puede dudar de que la identidad de Andalucía busca siempre esa infinitud integradora de que hablábamos al principio, y que de nada va a servir querer someter a los andaluces a los confinamientos de Estado, a las limitaciones de las nacionalidades. No se pueden poner fronteras al espíritu, al temperamento, a las emanaciones de la Historia, a las caprichosas incursiones de los duendes.
Recordemos cómo el mito coloca sobre la propia geografía andaluza una de las columnas de lo finito, el Non plus ultra de la navegante aventura humana. y ya hemos visto lo que duró en pie la amojonante señal de la gran tenebrosidad.
&
Cosa bien distinta es que los andaluces aspiren a autoadministrarse, a regirse sin el menosprecio, las injerencias y las mezquindades de los condes del centralismo. Este malestar y aspiración no son nuevos. Hace cuatro siglos, uno de los más ilustres andaluces, don Luis de Góngora, encontrándose en Valladolid, donde a la sazón residía la Corte y la capitalidad de España, escribió un hermosísimo soneto de rebeldía y denuncia de las injustas imposiciones centralistas:
Todos sois Condes, no sin nuestro daño;
Dígalo el andaluz, que en un infierno
Debajo de una tabla escrita posa. [ref] Andalucía, más que nacionalidad, cit., págs. 145-146.[/ref]