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Semblanza sobre José María Pemán y su producción literaria

Semblanza sobre José María Pemán y su producción literaria


José Ruiz Mata

escritor

José María Pemán y Pemartín nació en Cádiz, en 1897, en el seno de una familia de la burguesía acomodada. Su padre, Juan Gualberto, fue abogado en ejercicio y diputado conservador perteneciente a la familia política de la Restauración. Su madre María Pemartín era de familia jerezana.

Pemán recibió una esmerada educación católica en el colegio del Oratorio de San Felipe Neri de Cádiz, de la orden marianista, asentada en Cádiz tras venir huyendo de las leyes laicistas francesas. Pero la restricciones de estos curas marianistas hacía que no tuvieran centros asociativos para los antiguos alumnos, por lo que Pemán tomó contacto con los jesuitas a través de los llamados Luises, desarrollando en esta asociación las aptitudes necesarias para un devenir, como ellos decían, selecto destinado a liderar en católico la sociedad del futuro.

Estas dos circunstancias, su nacimiento y educación, provocó lo que algunos críticos señalaban de Pemán: «A la hora de escribir le tira de una manga una marquesa y, de la otra, un jesuita».

Estudió derecho en Sevilla y se doctoró en Madrid con una tesis titulada: Ensayo sobre las ideas filosófico-jurídicas de La República de Platón. Durante dos años trabajó como penalista pero, como auténtico hidalgo, humanista y ciudadano libre, su condición social le permitió decidir por sí mismo qué hacer, cómo y cuándo. Como otros jóvenes de su época protegidos de la necesidad, dispuso de tiempo sobrado para cultivar amistades, leer, escribir, meditar o curiosear en la cosa pública. La literatura, sobre todo la poesía, eran divertimentos de buen tono si se estaba mínimamente dotado. Así escribió en esa época:

No voy de la gloria en pos,
ni torpe ambición me afana,
y al nacer cada mañana,
solo le pido a Dios:
casa limpia en que albergar,
pan tierno para comer,
un libro para leer,
y un Cristo para rezar…

Socio desde muy joven del clasista Casino Gaditano, de la Sociedad de Tenis y del Ateneo, huyó de la bohemia, de la Residencia de Estudiantes, del malditismo y de los círculos librepensadores. Según sostendría posteriormente en su novela De Madrid a Oviedo pasando por las Azores: «Sabe el autor que un caberet es un sitio donde el pecado es triste y el champán caro. No le gusta al autor los medios tonos y las cosas a medias. El autor espera en Dios no ir al infierno. Pero si va, compromete, desde ahora, su palabra de honor de que no será por ningún pecado idiota».

El acceso a la cultura en ese tiempo no era fácil, el Índice de libros prohibidos por la Iglesia católica estaba aún vigente. Por higiene moral, las bibliotecas de las mansiones burguesas de Cádiz, y de toda España, iniciadas durante las etapas ilustradas, iban siendo expurgadas por frailes amigos y confesores de familia, que solo dejaban aquellos que se suponían dentro de la moral cristiana. De ahí que la formación literaria de Pemán, además de autodidacta, fuese constreñida y dentro de un riguroso clasicismo español y grecolatino. Su primer poema es «Nocturno a Margarita», el cual hacían aprender de memoria a los niños en muchos colegios de la época franquista, en el que se puede leer:

Tú eres casi una niña y yo casi un niño.
Este cariño nuestro, Margarita, es tan puro
que casi no es cariño.
Yo sé que no me entiendes todavía. Te juro
que llegarán los días en que me entenderás.
Por hoy basta decirte que querer no es la paz.

En 1915 gana el premio Reina Victoria con el poema «Postrado ante tu imagen bendita». Lo que lo inició en las justas llamadas «juegos florales» cantándole al beato fray Diego de Cádiz, en Cádiz, o concursando en Sanlúcar con su composición «El Viático», que comienza así:

Enjamás podré olvidarlo mientras viva,
que estas cosas se nos meten en el alma,
como manos que la ajogan,
como espinas que la arañan…
entodavía, recordándolo, parece
que me viene a las entrañasa
aquel frío que esa noche
jasta dentro me calaba;
ese frío de los cuerpos derrengaos
al llegar la madrugada,
[…]

En esta época comenzó a escribir obras marcadas dentro del costumbrismo andaluz, estilo que tanto daño nos ha hecho, ya que, por hacerse los autores los graciosos, han servido como chanza de nuestra forma particular de ver la vida. Esa estética pinturera a veces tiene una forma curiosa de social:

Estos son los siete cielos
de la casa de los pobres.
Trajín, vida, risa, gritos,
resignación… y una flores.

Los pobres no solo tienen
en sus cuerpos hambre y sed,
también tienen en sus almas
sed y hambre de un no sé qué.
No solo es limosna y pan
que damos para comer.
Una sonrisa de gracia,
una palabra de miel
puede ser en muchas horas
mejor limosna, tal vez.

Sus primeros escritos aparecieron en El Debate, medio de expresión oficioso de la CEDA, que en 1931 pasaría a manos de la Editorial Católica, junto con el diario Ya.

Pemán heredó la finca de recreo con viñedos llamada el Cerro de Santiago, hoy Cerro Nuevo. Una preciosa construcción neoclásica situada cerca de Jerez entre la carretera de Trebujena y el Calvario, y se casó con María del Carmen Domecq. A ella le escribe:

Pero volvamos al caso.
Móntate a la grupa mía.
No hay en toda Andalucía
caballo de mejor paso
ni de andar más señoril.
Vamos a echarle un vistazo,
niña, a la Feria de Abril…

El intelectual católico-neoescolástico doctor Pemán adoraba el tono pastel de la «buena sociedad antigua», simbolizada por el ideal de la «buena Iglesia antigua» y el «buen rey antiguo». De la monarquía admiraba la augusta quietud de la realeza y la substancialidad elitista de la nobleza española. Las glorias del pasado, la historia acumulada, atesorada, cristalizada, los refinados cultos religiosos, los títulos de nobleza y nombre nobles, castillos, residencias históricas, cuadros y colecciones, vinos añejos, las bibliotecas y muebles antiguos. Esto configuraría su monarquismo palaciego esencial. Y escribe:

«La gran lección de España fue quedarse sentada sobre las piedras y las tumbas y estarse allí a solas con Dios».

Pemán fue presidente de la Asociación Nacional de Propagandistas de Cádiz y apoyó apasionadamente el regeneracionismo auspiciado por la Dictadura de Primo de Rivera y su régimen autoritario. Él y su primo José Pemartín estaban emparentados con el dictador y fueron los principales propulsores de la doctrina oficial de la Dictadura, elaboraron todo un canon patriótico, católico ortodoxo y antiliberal que fue lanzado con profusión a través de las páginas de La Nación, diario oficioso del régimen, Unión Pariótica, revista quincenal del partido único creado por Primo de Rivera, y de sus propios libros apologéticos. En ellos, Pemán dejó sentado su «paradigma del contubernio», que enarbolarían en lo sucesivo él y toda la derecha española: el mundo se dividía en «alianzas nacionales y alianzas extranjeras», sobre todo las soviéticas.

«Es tiempo de escoger definitivamente entre Jesús y Barrabás. […] Las masas o son cristianas o son anarquistas y demoledoras».

Pemán fue elegido jefe local de Unión Patriótica en Cádiz y secretario de la Asamblea Nacional Consultiva de la Dictadura. Desde sus cargos políticos fue uno de los máximos responsables de que el rancio cacicazgo persistiese en la provincia de Cádiz durante años.

Alfonso XIII lo nombró Gentilhombre de cámara en ejercicio y armado caballero de la Orden de Montesa.

¿Para qué esas Libertades
que nunca el pueblo ha buscado?
Libertad siempre hubo
para lo bueno y lo cristiano.
Si quieren otra… es que quieren
Libertad para lo malo.

Tras la caída de Primo de Rivera, Pemán se mostró inquieto por su futuro, ya que desconocía hasta qué punto se pedirían responsabilidades a los colaboracionistas del antiguo régimen. De hecho, su prestigio cayó mucho en el Cádiz republicano. Refiriéndose a la República escribió: «Nos lo secuestró todo, el himno, la bandera, y también, y eso fue lo más serio, el nombre de España». He aquí de nuevo el paradigma de la España y la anti-España: la España hermosa, nacional, católica, una, social, espiritual, de un lado, y la anti-España fea, internacional, irreligiosa, sesecionista, antisocial, materialista, del otro. Pemán, convertido en ultramontano, se deja arrastrar por su pasión para emerger en la escena política como un pugnaz mitinero antirrepublicano, monárquico y contrarrevolucionario, que siempre se refugiaba entre los círculos restringidos de su comunidad moral y, raramente, aparecía por ámbitos progresistas, populares o republicanos.

En 1934, Pemán firma su adhesión al Bloque Nacional de los partidos más de derecha. A finales de 1935 aparecen sus Cartas a un escéptico en materias de formas de gobierno, en las que reprueba tanto a la monarquía liberal y parlamentaria como al accidentalismo que promulgaba la CEDA.

En la revista de Acción Popular, Pemán recomendaba: «Votemos, puesto que votar es hoy un deber. Pero bien será pensar al hacerlo en que hay que ir trazando al deber otros caminos. Votemos para dejar de votar algún día».

En 1932, Pemán fundó y dirigió un semanario dedicado a las mujeres llamado Ellas. La idea que tenía sobre la mujer queda reflejado en estas palabras aparecidas en el semanario: «Dios hace las cosas bien y con orden. ¿Para qué iba a construir con excesivo mecanismo intelectual al alma de un ser destinado, por esencia, a las bellas sinrazones del cariño? Cuando Dios quiso sancionar el pecado original, impuso a la mujer el doble castigo: el dolor de la maternidad y la sujeción al varón, que la dominaría».

En contra del voto femenino sostuvo: «No elegiréis los gobiernos con vuestro voto, pero predestinaréis con vuestra simpatía a los jefes nacionales».

Recordemos otra estrofa de uno de sus poemas:

Viví como un peregrino,
que, olvidando los dolores,
pasó cogiendo las flores
de los lados del camino.
Cantando he dejado atrás
la vida que recorrí,
pedí poco y tuve más
de lo poco que pedí.

O este otro:

En el reloj de San José dan las dos.
Saca la carne membrillo,
niña, del aparador.

Pero dejemos a mi compañero de mesa que se centre en el Pemán político durante la Guerra Civil y la posterior represión. Solo quiero referir una arenga pronunciada por Pemán, el 24 de julio de 1936, en Radio Jerez: «La idea de turno o juego político, ha sido sustituida para siempre, por la idea de exterminio y expulsión, única salida válida frente a un enemigo que está haciendo de España un destrozo como jamás en la historia nos lo causó ninguna nación extranjera».

O estas otras palabras: «El Estado reservará toda su dureza depurativa a todos los intelectuales que optaron claramente por lo antinacional, lo masónico, lo judío o lo marxista. Para ellos, la salvación es imposible».

Al visitar la cocina del Auxilio Social, escribió cruelmente: «Ésta es generosa guerra al revés, en la que son los conquistados los que reciben el botín».

Debemos reconocer que Pemán tenía una gran facilidad para la oratoria, que gozaba de una extensa cultura y que poseía la gracia particular de Cádiz. Su obra literaria es muy extensa: siete tomo recogen sus poesías completa; además, escribió 93 obras teatrales, 28 novelas y libros de cuentos, incontables prólogos, 43 capítulos de El Séneca, cientos y cientos de artículos periodísticos, numerosas conferencias, un libro de historia de España para niños y participó en diversos proyectos de índole literario y musical.

Trabajó todos los géneros literarios con un estilo inclasificable entre el clasicismo, el neopopularismo y el modernismo, trufado todo por su rancia mentalidad religiosa, sentido aristocrático de la sociedad y su visión de buenos y malos.

Tanto en novela como en cuento es opinión de todos los críticos consultados que no era donde mejor se desenvolvía, que eran menos que mediocres. Sus cuentos no van más allá de ser chascarrillos y sus novelas adolecen de una continua moralina añeja, la posición servil de la mujer y un encorsetamiento religioso.

En cuanto a sus poemas tiene una preponderancia clara los de motivo religioso, panegíricos hacia Dios, los diferentes cristos y, sobre todo, a las distintas vírgenes; estos, que poco se difieren a los que se podían declamar en un pregón al uso, no aporta ninguna idea mínimamente novedosa: madre, descanso, auxilio, refugio de pecadores. Sonetos, posiblemente por la dificultad que entrañan, no se le conocen ninguno.

Ya nos vuelve a la unidá
y se abrazan otra vez
la boina del Requeté
y la guitarra con moña
y la Virgen de Begoña
besa a la de la
Mercé.
[…]
Muy sereno y con hombría
ya lo dice el ABC
casi toítos los días
«pa calidad, Domecq».

Su poema épico más famoso quizá sea Poema de la Bestia y el Ángel, cuya creación, fuera de lo que en él era norma, dicen que le llevó todo un año. En la introducción, Pemán se compara con Cellini y Goethe. Dentro nos encontramos:

Y así el viento marcero
—nube de polvo entre ponientes rojos,
hoz, martillo y guadaña—
quiso apagar mi octavo candelero,
¡la niña de mis ojos!
¡la Iglesia de mi España!

Más adelante continúa:

Cuando hay que consumar
la maravilla
de alguna nueva hazaña
Dios estaba en su trono
y los ángeles
que están junto a su silla
miran a Dios… y piensan en España.

De esta forma, Pemán desarrolla su providencialismo histórico: la Bestia, simbolizada por un blindado ruso, pelea con el Ángel, un joven soldado, analfabeto, aragonés y cristiano de 16 años. Por supuesto, la Bestia muere.

Las bocas que tenían que matar, sirvieron
al Ángel para herirle en el costado.
Envuelta en humo y fuego
la Bestia se ha parado.
Rugen, dentro, blasfemas
en una lengua extraña.
La voz del ángel y niño del soldado
no dice más que: ¡España!

Debemos agregar, que esta obra contiene un antisemitismo gratuito, o quizá no tan gratuito.

En su totum revolutum, Pemán no se arredra en ningún reajuste de la Historia. Por ejemplo, para justificar la presencia de tropas moras junto a los rebeldes, se remontó al medievo para escribir sobre «los moros amigos», donde al Cid lo asciende simbólicamente a «capitán de Regulares indígenas».

Otro poema, este «Al Cristo de la buena muerte»:

Quiero en la vida seguirte
y por tus caminos irte
alabando y bendiciendo
y bendecirte sufriendo
y muriendo, bendecirte.

O este otro de Las flores del bien:

Hay que morir sin compañía,
esposa mía y compañera,
tuya es mi vida toda entera,
pero mi muerte es solo mía.
«Soledad en la muerte».

Uno más:

Unos dicen ¡Ya viene el
vanguardismo!
Y otros ¡Vuelven a los clásicos su amor!
Y yo ni voy ni vuelvo: me paseo
por donde quiero, elegantemente, al
sol.

Pemán, que era poco reconocido fuera de nuestras frontera, en el lado republicano no dejaron de reírse de su estro poético, aquí una muestra escrita por Roger de Flor recogida por Antonio Ramos-Gascón en el Romancero del Ejército Popular, se titula «Tríptico de traidores»:

Poeta del engaño y la mentira,
que conduces un burro por Pegaso,
tus versos atormentan al Parnaso
y destrozan las cuerdas de la lira.
Al pasado tu numen se retira
y canta la barbarie y el atraso;
la maldita epopeya del fracaso
de una casta traidora que delira.
Latebroso poeta sin entraña,
que el obispo acompaña con la vela;
de la tierra sin luz polichinela
que pasas arrojando como araña,
como viejo patriota de cazuela,
tu veneno mortal a nuestra España.

Unos de los últimos versos de Pemán serían:

¡Como planta voladora y leda
quisiera yo vivir de un modo pleno,
el tiempo que me queda
para poder ser bueno!

La calidad literaria dicen que es sujetiva, pero como el hombre no es un objeto sino un sujeto, la subjetividad es lo que más le concierne, no la objetividad. Dentro de un poema, a parte del buen ritmo y una rima, si es rimado, que no suene a ripio, lo que más se valora es tener una voz propia y aportar unos pensamientos originales que influyan algo en el hombre. Pemán, como hemos visto en algunos ejemplos, no hacía más que repetir una cantinela de buenas intenciones y malas prácticas enmascarada en un poder de la casta. Se puede decir sin temor a equivocarnos ni ser exagerados, que la aportación de Pemán a la historia de la poesía ha sido nula, además de ñoña; ya que no hacía sentir más emoción que la provocada a un coro de beatas o a un pueblo que lo escuchaba entre exaltaciones y aspavientos del orador, su temática solo era entre buenos y malos o vítores gratuitos a los Cristos y a las Virgen.

Si alguien de los presentes quiere confrontar lo que digo, puede leer lo que dicen que es su obra cumbre en poesía no épica: Las flores del bien. Sus obras devocionales más alabadas fueron: Suma poética, A la luz del misterio, Canto a la Eucaristía y Lo que María guardaba en su corazón.

De su faceta de articulista dijo Tomás Salvador: «Pemán dice siempre algo y lo dice con la suficiente ambigüedad para que resulte lo clásico: la facultad de que cada lector pueda sacar una interpretación diferente […] Un poquito de esto, un poquito de lo otro, cocido a fuego lento y dejar que cada uno saque el gusto. El que lo encuentre soso, que le eche sal, y el que salado, agua».

Leamos algunos fragmentos de sus artículos:

«Hace breves momentos que Bilbao ha vuelto a ser español. Enardecido todavía por el alegre tumulto triunfal, escribo nerviosamente estas líneas sobre la mesa de la que fue secretaría de Aguirre (…) Vale toda una vida este momento. ¡Qué emoción enorme poder desinfectar esta mesa escribiendo! ¡Viva España! Aquí, donde hasta hace unas horas se escribió tanta blasfemia contra nuestra Madre».

Al final de la guerra escribiría: «Era un país desmoronado y pobretón, pero era nuestro».

Sobre Musolini escribió: «Un César claro y semidivino, con un cráneo redondo como un casco de acero y un labio prominente que arremete al destino».

Podemos decir que, cuando no se puede defender a un escritor siempre se termina diciendo que era un buen articulista, ya que los artículos viejos casi nadie los lee; a menos que sean de Larra, claro, algo de lo que está muy lejos nuestro autor. No podemos decir que sus artículos tratasen de unos temas atemporales que siempre han preocupado al hombre, ni tampoco que han sido unos adelantados ante acontecimientos venideros. Sus artículos, a parte de que a nosotros en particular nos aburren o, en otros casos, nos causan una ira tremenda; han sido más bien de circunstancias y lo suficientemente opacos como para no comprometerse con nada.

Tengamos en cuenta de que, una vez terminada la guerra, el panorama literario nacional se contrajo de una manera drástica. Ausentes forzosos, con diferentes destinos entre el exilio y la tumba, los escritores de más nota, solamente quedaron quienes se adhirieron a tiempo al Movimiento y, con sus obras, reflejaron adecuadamente las inquinas, los temores y las esperanzas de su público natural. Pemán sabía que la única forma de alcanzar la gloria era convocar a los espíritus de la tradición y dejar que fluyera aquella modernidad española forjada allá en los valores del siglo XVII. Su universo literario reconocía e infundía unos valores que legitimaban el poder establecido. Esta ideología del poder, más tarde conocida como nacional-catolicismo, impregnaba toda la sociedad invadiendo incluso los ámbitos más íntimos de la persona. El Régimen totalitario imponía toda una serie de valores y normas de comportamiento, de moral y pensamiento que, Pemán y otros escritores, asumían y conformaban en sus obras y en sus hechos.

Como no podía ser menos, el Régimen franquista cultivó a Pemán como si fuese una orquídea y la Iglesia católica lo recomendó encarecidamente.

En lo que destacó más fue en el teatro. Su primer gran éxito fue El divino impaciente, obra en verso sobre la vida de san Francisco Javier. En su primera etapa, hasta La santa virreina, escribió teatro en verso donde podemos ver lo más rancio de su pensamiento, sobre todo en la obra Cuando las Cortes de Cádiz, donde hace un alegato a favor del «¡Viva las caenas!». Digamos de pasada que Pemán, más que adicto al Régimen fue un aprovechado, pues su interés era reestablecer en España la monarquía absoluta, único sistema en el que creía que podían dominar los hombres puestos por Dios y no la chusma.

Luego continuó con el teatro en prosa de corte costumbrista-andaluz, que tanto daño nos ha hecho como pueblo, donde el chistoso, de lengua fácil campa a sus anchas. Por su gracejo se puede destacar La viudita naviera, de 1960, y, la que quizá sea su mejor obra: Los tres etcéteras de don Simón, de 1958.

Debemos tener en cuenta que durante muchos años después de la guerra, la única diversión para cierta aristocracia, sobre todo de Madrid, era asistir al teatro, a veces acudían hasta dos y tres veces por semana, y, al existir una fuerte censura, el público consumía lo que le echaban sin tener un mínimo sentido de crítica. Las obras de Pemán han dejado de representarse, no porque hayan pasado de moda, es que hoy tenemos un panorama teatral infinitamente más amplio y un sentido de la crítica que nos hace ser más exigentes. No creo que nadie, hoy en día, aguante las dos horas de una obra de Pemán llenas de casticismo absurdo, pensamiento retrógrado y de una religión obsoleta, eso sin incluir la ausencia de calidad literaria quizá provocada por las prisas o simplemente por su falta de talento; digamos que solo tenía oficio y unas precarias dotes naturales. Un gaditano con chispa sería todo un espectáculo para sus amiguetes de Madrid, pero eso no es suficiente para ser un buen autor.

Otra de las facetas de Pemán fueron los himnos, escribió himnos a diestro y siniestro como a la patrona de Jerez:

Madre de los jerezanos
y de los campos en flor,
una corona de amor
te ofrecen hoy nuestras manos.
Reina que todo lo puedes,
mi vida aguarda la lluvia de tus mercedes…

O al hundimiento del «Crucero Baleares»:

En alto el brazo juramos
cara al Solo de la Victoria
hasta la muerte luchar
que por España tenemos,
con la muerte o con la gloria
una cita en alta mar.
Novios de las altas mares…

Aparte de otros ensayos, Pemán publicó una historia de España para párvulos dedicada al generalísimo Franco. En el prólogo exponía su praxis didáctica, típicamente clerical: «Los niños tienden por instinto a la adhesión fervorosa y al proselitismo tajante. Y es preciso aprovechar, para su formación, ese tesoro intacto y limpio que tan prontamente les hace tomar a la vista de una película, ruidoso partido por los “buenos” contra los “malos”». Y termina el prólogo: «Así he procurado en él dar la Patria a los niños y a los hombres de buena voluntad: con devoción, con recogimiento, con temor de responsabilidad. Así “como quien da la comunión”». Esa era la visión que quería dar de la Historia, una lucha entre los «buenos», los de su cuerda, y los «malos», el resto de los españoles que no se les sometía.

En la Historia oficial, monumental obra más conocida como Historia de la Cruzada Española, Pemán, que es coautor, escribe en el epílogo: «La victoria definitiva de España es en estas páginas seguridad y fe. Como también es fe y seguridad la España una, grande y libre, que tras la victoria esperamos para siempre. Ella será la vuelta de España a sí misma: a su camino y su Historia. Porque la Historia que acabamos de contar no ha sido más que eso: una lucha constante por los más altos ideales del Espíritu. No servimos para cosas bajas, pequeñas o menudas. No servimos más que para cosas altas y grandes. Por eso cuando decimos “Arriba España”, en esa dos palabras, a un tiempo, resumimos nuestra Historia y ciframos nuestra esperanza. Porque lo que queremos es que España vuelva a “su sitio”: al sitio que la Historia le señala. Y el sitio es ese: “Arriba”. Es decir, cerca del espíritu, del ideal. De la fe… cerca, sobre todo, de Dios».

Manuel Halcón dijo que: «Pemán ha consagrado su vida y su obra a la defensa del Altar, del Trono y de la Casa Domecq».

José María Pemán es condecorado con el Toisón de oro en 1981. Máxima distinción que impone la corona.

Pemán murió esperando la llamada de Estocolmo, puesto que se creía merecedor del Nobel, de ahí que en una ocasión dijera por los suecos de la Academia: «No son tan torpes como para no haberse enterado a través de mis setenta y cinco años de vida —unos sesenta de producción literaria— de que mi vinculación política ha sido mínima». Se puede ser más iluso, pero no más cínico y embustero.

José Ruiz Mata

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