Las postrimerías de Fernando III, el Santo. Virgilio Mattoni. 1887

El ensayo de José Morales Fabero, pesar de ser su primer libro, es una obra de calado situada en el terreno de la filosofía política. Aunque se trata de un estudio de mucha profundidad intelectual con un gran despliegue de erudición filosófica, no es un trabajo destinado sin más a los especialistas. Diagnostica un problema que nos concierne a todos en la hora presente. ¿Cuál   es   la   raíz   de   ese   nuevo   autoritarismo,   de   índole   nacionalpopulista,   que   parece reverdecer, no sólo en el corazón de Europa, con el auge de los partidos de extrema derecha, sino en grandes potencias del mundo contemporáneo, trátese de la Rusia de Putin, los Estados Unidos de Trump o el Brasil de Bolsonaro? La clave de este resurgir del autoritarismo estaría según José en la disociación, en el divorcio de dos conceptos vertebrales para nuestra vida en común, esto es, para nuestra existencia política. Se trata de las nociones de auctoritas y de potestas. Para explicar brevemente el meollo del libro de José, sin hacer spoiler del mismo, voy a exponer de modo muy simple el significado de esos conceptos, luego voy a decir algo sobre su destino histórico y finalmente señalaré en qué medida los dos autores convocados por el libro, Boaventura de Sousa Santos y Richard Rorty, pueden servir de guía para repensar y reconstruir hoy esos conceptos.

Auctoritas y potestas son dos viejas nociones diferenciadas en el marco del Derecho Romano. La potestas es la Lex, la ley entendida como facultad de imponer y coaccionar por parte del Estado. La auctoritas es el ius, esto es, lo que da reconocimiento y prestigio a la ley por parte de los gobernados, en el caso de Roma, el hecho de que la ley expresaba la virtud de los antepasados, de ahí su vigencia y carácter perdurable. Por decirlo más sencillamente, la potestas es la fuerza, el monopolio de la violencia física que define al Estado. La auctoritas es el reconocimiento simbólico, la confianza que depositamos en la virtud y el prestigio de quien ejerce el poder. Para que haya vida en común, para que exista un orden político habitable, tienen que conjuntarse a la vez la potestas y la auctoritas. La pura potestas sin auctoritas, la fuerza desnuda es despótica; la auctoritas sin potestas es inerme, es incapaz. Esto último es lo que sucede a menudo con la aplicación de los derechos humanos en la esfera internacional; un Estado es condenado por las Naciones Unidas por transgredir los derechos fundamentales, pero la ONU carece de la fuerza física, de la potestas necesaria para hacer cumplir esos derechos cargados de auctoritas, de reconocimiento simbólico.

El desafío del ensayo de José consiste en buscar una buena compañía, la de Sousa Santos y la de Rorty para, a través del diálogo con ambos y entre ambos, tratar de reconstruir la armonía de potestas y auctoritas sobre nuevas bases. Siendo muy distintos –Rorty es un acérrimo defensor de las instituciones de la democracia liberal a la americana, De Sousa es un crítico in misericorde del etnocentrismo noroccidental, opresor de las culturas y saberes del Sur- ambos comparten el rechazo tanto de la metafísica racionalista moderna como del relativismo postmoderno. Ambos son defensores de la democracia en un sentido radical, aunque Rorty era un reformista liberal y De Sousa un revolucionario postcolonial. Pero en sus concordancias y en sus diferencias, examinadas magistralmente por José, ambos suministran armas simbólicas para defender la democracia y las sociedades abiertas frente a sus enemigos en nuestro tiempo.

Francisco Vázquez García,
Catedrático de Filosofía de Universidad de Cádiz.

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