
Narragoniem, en la Edad Media, era el país de los locos. Un lugar a donde embarcarse para huir de esta sociedad supuestamente sana y buscar la utopía de un mundo en el que los locos pudieran ser felices.
El concepto loco en la antigüedad era muy diferente a la actualidad, o quizá no. En la palabra loco entraba todo un grupo de persona a los que la sociedad no les dejaba entrar en ella: seres que vivían al margen como residuos, hombres a los que la mente les funcionaba de una manera distinta a lo que la mayoría social imponía; retrasados mentales, disminuidos físicos, esquizofrénicos, maniáticos, incluso, indigentes. A veces, este rechazo a la aceptación social no solo era gestual sino violento, en el que no faltaban las burlas, los apedreamientos, la reclusión e, incluso, la muerte.
Tener un lugar donde resguardarse del ataque de esta inclemente sociedad es necesario para poder subsistir, una utopía a la que aferrarse pensando que las penalidades son pasajeras, que en algún momento la suerte va a cambiar, que todo tiene un límite; aunque en el fondo sabemos que no es así, que la miseria, la repulsa, el abandono, el dolor, serán para siempre. Así surgió «El Dorado», «Jauja», la idea del cielo como recompensa a una vida de penalidades.
No, como Narragoniem, todo es falso, todo es un subterfugio para no recurrir al suicidio, para no desesperar, para que el sistema establecido continúe adelante imperturbable.
Chema Sánchez nos presenta a un abogado, hijo de un hacendado fascista y autoritario, que arrastra una carga juvenil. Este abogado llegará a ser un alto funcionario en el Gobierno de la Dictadura, pero preferirá las sombras a la fama, el poder de la información al diálogo, provocar miedo antes que amistad. Hombre turbio, de vida oscura, pensamiento cruel, acción implacable, al servicio de una causa oscura, cruel e implacable.
Lo curioso es que a este abogado sí le ha permitido la sociedad entrar en ella, incluso lo ha elevado a un puesto de responsabilidad y fama. Es él el que no quiere ser un miembro de esta comunidad. Por ello se crea en su mente las conversaciones con unos fantasmas a los que interrogar sobre la condición, más que del loco, del desterrado aun estando dentro de la sociedad.
La escritura es clara, el texto avanza sin dificultad, atrayendo al lector de una manera que no puede dejar de leer para conocer qué es lo que va a ocurrir una página más adelante. Tan acostumbrados estamos a unos novelistas actuales que solo escriben para entretener y, de paso, adormecer las mentes, nos encontramos con esta novela de Chema Sánchez en la que podemos indagar, pues el texto encierra mucho más de lo que se expresa con palabras. Una novela que no es para el gran público, sino para aquel lector que busca, además de el entretenimiento, un texto que lo haga sentir, pensar, indagar en la condición humana.
El mundo como un gran manicomio en el que todos estamos encerrados y donde se mezclan los cuerdos con los locos, como lo está el abogado y sus víctimas, solo hay que señalar a quien no acepta las reglas para apartarlo e impedir que huya pero, si el sujeto es listo y puede lograrlo, alcanzará el ansiado Narragoniem.