
La editorial Tierra de Nadie me invita a escribir un comentario sobre su novedad La tia Annie, segunda novela del amigo Enrique Fink Hurtado, que acepto con placer. Porque mi primera reacción al leer el generoso volumen ha sido de sorpresa: ¿cómo es posible que un autor, por ahora de corta producción, sea capaz de reinventar su técnica narrativa y selección de contenidos con tanta facilidad?
Tuve oportunidad de presentar su primera novela La muerte del inglés, publicada en el mismo sello editorial, relato que se inspiraba en un hecho real perteneciente a la memoria familiar. La ficción recreaba el núcleo temporal de una sola jornada y numerosas ramas narrativas dedicadas al ambiente burgués e industrial de mediados del XIX, a una Valencia en plena evolución urbanística. Hablaba de la historia de una sociedad a través de una familia inglesa que vino a la ciudad del Turia a impulsar el desarrollo ferroviario, y este propósito se alcanzaba ofreciendo un mosaico de numerosos personajes que reconstruían el escenario social y personal del asesinato.
El modelo de narración elegido para esta nueva novela es muy distinto: a la manera de las grandes novelas del XIX con personajes femeninos Enrique Fink elige una protagonista, que la reconocemos a lo largo de todas sus etapas existenciales, hasta su muerte en la guerra civil, y su personaje oponente, don José, un empresario vinculado al mundo de la imprenta, hombre casado, representativo de la doble moral burguesa, que la seduce siendo joven y quiere condicionar toda su vida futura. Mujer arraigada también en la memoria familiar de los Fink, vemos cómo en la imaginación del autor Annie crece sentimentalmente y vive las contradicciones psicológicas y sociales que genera su inicial relación de dependencia y su posterior búsqueda de autonomía personal.

Aquí, a diferencia del primer libro, la sociedad burguesa y valenciana se muestra en segundo plano, porque lo importante son los dos protagonistas y unos pocos personajes del círculo familiar que les acompañan. El autor da más peso al retrato personal que al social. En cierto modo, también, en vez de la elección temporal de un solo día (opción eficaz para una primera novela) opta por seguir un tiempo histórico más dilatado que genera la interminable aventura amorosa de un empresario casado y los conflictos posteriores que produce las dudas y rebeldías de su amante soltera.
El autor, que es un profesional experto en el mundo de la imprenta y los libros, consigue un buen resultado narrativo, como le sucedió en su estreno como novelista, construyendo grandes diálogos con gran facilidad, aportando todo tipo de detalles y registros –a veces con exceso, lo que resta capacidad de interpretación e imaginación al lector- para que en el desarrollo argumental no quede ningún cabo suelto o referencia costumbrista de época por incorporar. En ocasiones he creído estar leyendo el guion de una novela radiofónica, o escuchando una larga pieza de teatro radiofónico con narrador incluido, centrada en las pasiones humanas y sus escenarios sociales del paso del siglo XIX al XX.
Jaime Millás