Nos congratula comprobar cómo se perfila en el horizonte literario de nuestra tierra un nuevo narrador: José F. Ruiz Mata, de quien acabamos de leer una primera novela, titulada El hombre que nos acompaña, aparecida en la colección Primera Estampa de la madrileña Editorial Calambur.
Y además la narración de José F. Ruiz Mata está ambientada en las calles jerezanas del barrio de San Miguel. En ellas se mueven los personajes que la pueblan, en sus tiendas y casas de vecindad, con algunas incursiones a la periferia, tirando hacia la Corta, en tiempos de la posguerra. Se trata de una historia compuesta de otras varias historias, surgidas del cotidiano devenir de una comunidad, perteneciente a una clase social determinada, la que componen pequeños comerciantes y artesanos, con la inclusión de algún que otro tipo singular, tal pueden ser un herbolario y un cantaor flamenco, cuyas vidas transcurren, por regla general, en medio de una rutinaria tranquilidad, solamente afectada por problemas de entidad íntima en algunos casos.
Desde las señaladas premisas, sin extraordinarios aconteceres que intensifiquen y engrandezcan el relato, no es nada fácil, ni muchísimo menos, sostener la atención del lector. Y en ello radica el principal mérito del narrador jerezano. José F. Ruiz Mata, sin necesidad de fabular situaciones raras o llamativas, sino sencillamente contándonos cómo es determinada gente del pueblo, representada por un barbero, un tasca, un zapatero, un almacenero, un confitero, un carnicero, una señora viuda, la mujer de un cantaor, etc. y describiendo sus caracteres y trazas, y sobre todo escribiendo el habla, el lenguaje empleado en sus expresiones, consigue que nos interesemos por su escritura y que su novela se lea de un tirón.
Otra cualidad de José F. Ruiz Mata, es su capacidad para envolver toda su narración en una misma tonalidad literaria. Es el suyo un tono confidente, muy acertado en la ocasión para comunicarnos las inquietudes humanas y anímicas de sus protagonistas, sensaciones y sentimientos muy compatibles por naturales. De ahí que una vez terminada la novela, sus ciento cuarenta páginas, reflexionando sobre su configuración, lleguemos a la conclusión de que en su claridad expresiva radica su principal mérito. Pero también es justo decir que en varios de los pasajes de El hombre que nos acompaña, encontramos sugerencias y rasgos de la idiosincrasia del jerezano pueblo llano y sencillo, como suele decirse.
Y después de estas consideraciones sobre la primera novela de nuestro paisano José F. Ruiz Mata, queremos traer a colación unos párrafos de Cinco aproximaciones de Crítica Literaria, ensayo de Wilbur Scott. Dicen: «La crítica sociológica comienza a partir de la convicción de que las relaciones entre el arte y la sociedad son de vital importancia y hacer más honda la respuesta estática del lector ante la obra de arte. El arte no es algo creado en el vacío…, sino de un autor que se encuentra dando respuesta a una comunidad de la que es parte importante».
Efectivamente, así es. Por eso José F. Ruiz Mata, con su sentido artístico nos dan razón y toda razón es crítica, favorable o no de una sociedad y lo hace en correspondencia con su vivencia personal, a la par que nos ofrece esa visión o interpretación mediante una fórmula estática, una novela, o sea, a través de su manera de manifestarse artísticamente.
Y asumidas las posibilidades literarias de José F. Ruiz Mata, tras leer su primera novela publicada -tenemos entendido que con anterioridad ha publicado un libro de relatos-, novela evocativa y entrañable donde las haya, esperamos que persista en su vocacional menester y pronto comprobemos su evolución novelística. De momento nos agrada saludar su irrupción en el campo de la creación literaria y quedamos a la espera de una trayectoria feliz para su escritura. Por otra parte, una vez más comprobamos, dada la formación autodidáctica de José F. Ruiz Mata, que la literatura, como la nobleza, está en la sensibilidad. Y que no existen, como nos dijo el maestro Oscar, nada más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y bien decirlo.
Manuel Ríos Ruiz, Diario de Jerez, 10 de diciembre de 1993
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