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Por Olga Valenzuela Albarrán

La luna de anoche

Tendría que explicar determinadas cosas que sólo se entienden cuando se conocen, «la luna de anoche», «el merengue y el chocolate», «la casa azul»… o a lo mejor no tengo que explicar nada porque no hace falta, porque lo importante de los poemas no es que se entiendan sino que se sientan, en eso se parecen al amor: lo importante no es buscarle razones sino disfrutar de lo que te da, donde y cuando te encuentre.

La luna de anoche es una historia de amor, contada en pasado y con el corazón roto. Por tal herida está cargada de tristeza y melancolía, pero no de desamor. Llegar a ese punto me hubiera impedido llorar, gritar y dormir tranquila. Y eso era necesario. Como escribir estos poemas, necesarios para sobrevivir, para comer, para seguir, para encontrar mi casa.

 

8,00

Poesía
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Descripción

Tendría que explicar determinadas cosas que sólo se entienden cuando se conocen, «la luna de anoche», «el merengue y el chocolate», «la casa azul»… o a lo mejor no tengo que explicar nada porque no hace falta, porque lo importante de los poemas no es que se entiendan sino que se sientan, en eso se parecen al amor: lo importante no es buscarle razones sino disfrutar de lo que te da, donde y cuando te encuentre.

La luna de anoche es una historia de amor, contada en pasado y con el corazón roto. Por tal herida está cargada de tristeza y melancolía, pero no de desamor. Llegar a ese punto me hubiera impedido llorar, gritar y dormir tranquila. Y eso era necesario. Como escribir estos poemas, necesarios para sobrevivir, para comer, para seguir, para encontrar mi casa.

A veces un simple rasguño puede provocar un dolor exagerado, pero irreal. Igual ocurre en el amor, un arañazo en el corazón te levanta heridas en el alma, daños escondidos, escombros por recoger, tareas inacabadas y heridas por reconocer.

Yo tuve a favor el mar como aliado, que siempre es un alivio. En contra tuve la distancia de mi hogar, la falta de los míos y tener que llorar en una ciudad que no conocía. Mi padre y su muerte, mi madre y mi hermana con su bebé fueron la balsa en la que me subí para mi huida. Eran de algún modo las esperanzas que tenía para remar. Regresos, es mi pequeño tributo a ellos, Aguaceros los gritos que tuve que lanzar y La Historia el final de la tristeza.

Ahí van estos poemas, como cicatrices, como victorias por acariciar. Sea de ellos lo que quiera, allá van, como el caballo de copas.

 

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Detalles del producto

  • ISBN : 978-84-936538-1-1
  • Número de páginas : 80
  • Encuadernación : Rústica cosida hilo con solapas
  • Tamaño : 13x20 cm
  • Ilustrado : B/N

Sobre el Autor

Author

Me llamo Olga Valenzuela Albarrán, así con los dos apellidos, con mi padre y con mi madre. Nací en Córdoba, el lugar lejano y oscuro del que hablan los jinetes. He vivido en una casa llena de libros. Es el mejor recuerdo que conservo de mi hogar. Aprendí a guardarlos en los bolsillos y leerlos en cualquier parte, desde cualquier lugar. Los he leído en la soledad y en el gozo, en la playa y en el desierto. Las palabras me han salvado siempre. Soy profesora. Adoro la enseñanza. Adoro ir todos los días al trabajo a aprender. Eso también es poesía. Enseño y me enseñan a diario. Encuentro en las aulas la balsa a la que subirme. Agradezco a las nuevas tecnologías hacer de mis alumnos pequeños locos twiteros que lanzan versos como dardos y besos. Escribo poesía. Hago poesía. Cocino y plancho poesía. La poesía me acompaña a cada momento. Cuando abro los ojos y descubro tres pares más que me siguen sin descanso. Cuando algún alumno me llama «mamá» y rectifica rápidamente por un «profesora», entre risas y sonrojos. Cuando me siento a ordenar palabras y los versos se desencadenan solos. Eso es la poesía, «una ducha en el infierno» (como tu risa). Así llegó La luna de anoche, aprovechando la migración de algún pájaro silvestre. Un libro de poemas que me hizo crecer más. Soy del tamaño de mi nombre. Tengo la cara llena de pecas y los rizos me despeinan el cabello. Soy adicta a las sonrisas. Necesito el mar y el chocolate. Tengo un jardín. Un paraíso eterno que me hará inmortal cuando mis hijos me descubran entre la tierra. Cayeron semillas en mi vientre y se volvieron poemas. Esa es mi gran obra. Soy una jirafa. Si me dijeran pide un deseo, yo también pediría un rabo de nube.