Descripción
Tendría que explicar determinadas cosas que sólo se entienden cuando se conocen, «la luna de anoche», «el merengue y el chocolate», «la casa azul»… o a lo mejor no tengo que explicar nada porque no hace falta, porque lo importante de los poemas no es que se entiendan sino que se sientan, en eso se parecen al amor: lo importante no es buscarle razones sino disfrutar de lo que te da, donde y cuando te encuentre.
La luna de anoche es una historia de amor, contada en pasado y con el corazón roto. Por tal herida está cargada de tristeza y melancolía, pero no de desamor. Llegar a ese punto me hubiera impedido llorar, gritar y dormir tranquila. Y eso era necesario. Como escribir estos poemas, necesarios para sobrevivir, para comer, para seguir, para encontrar mi casa.
A veces un simple rasguño puede provocar un dolor exagerado, pero irreal. Igual ocurre en el amor, un arañazo en el corazón te levanta heridas en el alma, daños escondidos, escombros por recoger, tareas inacabadas y heridas por reconocer.
Yo tuve a favor el mar como aliado, que siempre es un alivio. En contra tuve la distancia de mi hogar, la falta de los míos y tener que llorar en una ciudad que no conocía. Mi padre y su muerte, mi madre y mi hermana con su bebé fueron la balsa en la que me subí para mi huida. Eran de algún modo las esperanzas que tenía para remar. Regresos, es mi pequeño tributo a ellos, Aguaceros los gritos que tuve que lanzar y La Historia el final de la tristeza.
Ahí van estos poemas, como cicatrices, como victorias por acariciar. Sea de ellos lo que quiera, allá van, como el caballo de copas.
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