Descripción
El flamenco, una identidad hibernada, busca las raíces de este arte en nuestro más remoto pasado, pues entiende que no es un mero folclore ni un estilo musical al uso sino una cultura, una forma de concebir la vida, que se ha ido transmitiendo durante generaciones en el imaginario colectivo de los andaluces.
El flamenco como expresión andaluza que nos ha llegado a través de Alándalus, de los moriscos, de los jornaleros que vivían en las corralas de Triana y en la periferia de Jerez. Flamencos perseguidos por la Inquisición, por los poderes que querían aniquilar toda diferencia. Aun así, el inconsciente mantiene los lazos de unión con el pasado hasta el punto de que muchos de los nombres de sus cantes y no pocas expresiones flamencas provienen de la algarabía; lengua, entre el romance y el árabe, que hablaba el pueblo andalusí.
La denominación flamenco concuerda fonética y socialmente con «felah-mencub», que significa en algarabía campesino desposeído, o sea, jornalero. Como «cabales» nos recuerda a «kábila», que designaba el seno familiar entre los moriscos.
Flamenco como ritual, como una ancestral liturgia que se va repitiendo, aunque ya se haya olvidado el impulso primigenio que lo motivó.
El ensayo cierra con un singular y novedoso estudio sobre la Zambomba de Jerez, a la que considera legataria de las fiestas andalusíes.
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